Post by sestum on Dec 18, 2021 18:04:07 GMT 1
Cuaderno del Pionero. Entrada XIV.
Aquello había sido una aventura extraña. El libro hablaba sobre diferentes proyectos, todos ellos con su interés propio, pero pocos eran tan alcanzables como la alarma transdimensional. Sí, era un conjuro conocido en Faerûn, pero, si otros conjuros que debían funcionar sobre el etéreo no funcionaron, es porque algo había diferente en el ambiente que hizo que no funcionase.
Estuve pensando largo y tendido. Había muchos planos transitivos conocidos en Faerûn, pero, a la postre, todo se reducia a tres e interpretaciones de ellos. ¿Cómo era posible entonces? En verdad no era por su cualidad de transitivos o no, si no porque eran adyacentes, paralelos o superpuestos. El espacio cósmico que ocupaban era la clave para entender el asunto.
Sea como sea, no podría resolverse el problema sin completar los estudios que se habían desarrollado. Faltaban las premisas de la investigación y parte de las conclusiones, explayándose durante capítulos respecto a cuan maravillosas eran sus ideas.
La verdad que no tenía esperanza de que grandes personalidades acudiesen a la labor, mas fue gratificante ver a Shard, por extraño que parezca, y a Zhurik. Curiosamente, a lo largo de los años, había conseguido desarollar cierto cariño por ellos y, la verdad, aunque en ocasiones fuesen una auténtica prueba, como pudiera serlo un erevanita, no imagino cuál sería el destino de este convulso continente si no estuvieramos todos los que estamos.
Iniciamos la marcha hacia algunos de los lugares que, más o menos, había podido ver en los escudriñamientos. La investigación posterior sobre lo que había visto nos llevo a unas colinas de piedra gris como el estaño, y, a lo largo del camino, la mal sana sensacion de que algo nos observaba no podía dejarse atrás. Al final, lo entendimos, pues llegamos a una cueva que albergaba unas extrañas ruinas… de piedra gris, sí, pero también metales, ambos trabajados, como si fuesen jardineras; estatuas medio rotas y, al fondo, un gran tesoro rodeado de cristales que brotaban de la tierra.
Todavía no se qué concluir respecto a esos cristales, por alguna razón me recordaron a la Locura de Karsus y la cristalización de la magia, como si fuesen antiguos cristales de magia densa, ese extraño material, que tiempo ha perdieran su poder… Y todas aquellas almas en pena… no muertos, susurros…
Conseguimos seguir el camino a través de una puerta mal disimulada en la pared. Tras ella había auténticas salas carentes de mobiliario. Tan solo piedra, paredes perfectamente lisas en idiomas que no conocíamos, escritas con sangre, con trazos quebrados como si un loco los hubiera realizado en pleno frenesí.
Fue extraño… Luego otra puerta… una tríada de figuras humanoides, parecían enanos… Una gema sobre un altar y un camino que seguía y seguía… Decidimos volver para descansar fuera y seguir otro día. Los secretos de ese lugar deben ser desentrañados.
Eliandor Asdrolendel, Pionero de la Casa de Lorlendil.
Aquello había sido una aventura extraña. El libro hablaba sobre diferentes proyectos, todos ellos con su interés propio, pero pocos eran tan alcanzables como la alarma transdimensional. Sí, era un conjuro conocido en Faerûn, pero, si otros conjuros que debían funcionar sobre el etéreo no funcionaron, es porque algo había diferente en el ambiente que hizo que no funcionase.
Estuve pensando largo y tendido. Había muchos planos transitivos conocidos en Faerûn, pero, a la postre, todo se reducia a tres e interpretaciones de ellos. ¿Cómo era posible entonces? En verdad no era por su cualidad de transitivos o no, si no porque eran adyacentes, paralelos o superpuestos. El espacio cósmico que ocupaban era la clave para entender el asunto.
Sea como sea, no podría resolverse el problema sin completar los estudios que se habían desarrollado. Faltaban las premisas de la investigación y parte de las conclusiones, explayándose durante capítulos respecto a cuan maravillosas eran sus ideas.
La verdad que no tenía esperanza de que grandes personalidades acudiesen a la labor, mas fue gratificante ver a Shard, por extraño que parezca, y a Zhurik. Curiosamente, a lo largo de los años, había conseguido desarollar cierto cariño por ellos y, la verdad, aunque en ocasiones fuesen una auténtica prueba, como pudiera serlo un erevanita, no imagino cuál sería el destino de este convulso continente si no estuvieramos todos los que estamos.
Iniciamos la marcha hacia algunos de los lugares que, más o menos, había podido ver en los escudriñamientos. La investigación posterior sobre lo que había visto nos llevo a unas colinas de piedra gris como el estaño, y, a lo largo del camino, la mal sana sensacion de que algo nos observaba no podía dejarse atrás. Al final, lo entendimos, pues llegamos a una cueva que albergaba unas extrañas ruinas… de piedra gris, sí, pero también metales, ambos trabajados, como si fuesen jardineras; estatuas medio rotas y, al fondo, un gran tesoro rodeado de cristales que brotaban de la tierra.
Todavía no se qué concluir respecto a esos cristales, por alguna razón me recordaron a la Locura de Karsus y la cristalización de la magia, como si fuesen antiguos cristales de magia densa, ese extraño material, que tiempo ha perdieran su poder… Y todas aquellas almas en pena… no muertos, susurros…
Conseguimos seguir el camino a través de una puerta mal disimulada en la pared. Tras ella había auténticas salas carentes de mobiliario. Tan solo piedra, paredes perfectamente lisas en idiomas que no conocíamos, escritas con sangre, con trazos quebrados como si un loco los hubiera realizado en pleno frenesí.
Fue extraño… Luego otra puerta… una tríada de figuras humanoides, parecían enanos… Una gema sobre un altar y un camino que seguía y seguía… Decidimos volver para descansar fuera y seguir otro día. Los secretos de ese lugar deben ser desentrañados.
Eliandor Asdrolendel, Pionero de la Casa de Lorlendil.