Post by johndoe on May 23, 2019 15:29:09 GMT 1
Primera entrada:
¡Ah, mi pequeña, has vuelto del Reino del Eterno Ocaso! Desde el día que dejé tu sino en aquellas diminutas manos, sólo capaces de sostener bellotas y guijarros, supe que volverías. Por eso te di mi bendición. Por eso te abandoné ante la señora de la fortuna. Pero no temas, los petirrojos cantan las mismas canciones aquí que en aquel reino lejano. ¿Has encontrado ya un hogar o acaso has vuelto a éste lado para buscarlo?
¡Mira tus ojos! Son igual de curiosos y vivaces que la primera vez que te vi. Aunque has crecido, ya eres toda una mujer. Hasta yo puedo apreciar tus encantos. Esa belleza equiparable a las desnudas praderas del Elysium vistas desde las imponentes montañas del Olympo. Una belleza terrible y peligrosa. Para otros y también para ti. El Reino del Ocaso es un lugar temible para los habitantes de éste lado, pero no al revés. Sin embargo me pregunto bajo cuál de las leyes serás juzgada tú, mi pequeña. Tu que estás dividida entre dos mundos desde antes de tu nacimiento.
¿Y... qué harás ahora? ¿Vas a vivir en el riachuelo? ¡Oh! Vas a viajar. Esa es una buena experiencia. Podrás ver los peligros que tiene éste mundo para ti. También los tesoros que te esconde.
¡Ah, mi pequeña, has vuelto del Reino del Eterno Ocaso! Desde el día que dejé tu sino en aquellas diminutas manos, sólo capaces de sostener bellotas y guijarros, supe que volverías. Por eso te di mi bendición. Por eso te abandoné ante la señora de la fortuna. Pero no temas, los petirrojos cantan las mismas canciones aquí que en aquel reino lejano. ¿Has encontrado ya un hogar o acaso has vuelto a éste lado para buscarlo?
¡Mira tus ojos! Son igual de curiosos y vivaces que la primera vez que te vi. Aunque has crecido, ya eres toda una mujer. Hasta yo puedo apreciar tus encantos. Esa belleza equiparable a las desnudas praderas del Elysium vistas desde las imponentes montañas del Olympo. Una belleza terrible y peligrosa. Para otros y también para ti. El Reino del Ocaso es un lugar temible para los habitantes de éste lado, pero no al revés. Sin embargo me pregunto bajo cuál de las leyes serás juzgada tú, mi pequeña. Tu que estás dividida entre dos mundos desde antes de tu nacimiento.
¿Y... qué harás ahora? ¿Vas a vivir en el riachuelo? ¡Oh! Vas a viajar. Esa es una buena experiencia. Podrás ver los peligros que tiene éste mundo para ti. También los tesoros que te esconde.
Segunda entrada:
¡Has vuelto! ¿Algo te une al riachuelo? No, solo es capricho. El capricho corre por tus venas, te guía, es parte de ti... ¡Qué se le va a hacer? También, aquí se encuentra "La encrucijada", el camino que lleva de vuelta al Reino. ¿La echas de menos? A la reina. ¿Y a tus hermanas? Ya te has dado cuenta de que no son como tu. No podías evitarlo. Era cuestión de tiempo. No te lamentes por ello.
¡Ah, mira! Tu primer contacto con un semejante. No de aquellos, sino de éstos. Ella te teme. No podía ser de otra forma. Son tus semejantes, pero no tus iguales, ni siquiera remotamente parecidos. Como era de esperar de tu naturaleza, juegas con ella como un gato con su presa. Quizá con más inocencia. Sin intención de herir. Pero la herirás.
Te ha descubierto, jugáis a pasaros la piedra. Ríes. Ella no sabe si hacerlo. La sorprendes por detrás, quieres empujarla. Quizá crees que ella también puede nadar sin problema, respirar bajo el agua. Como tu. No, no puede. Por fortuna para ella, te ha visto acercarte a hurtadillas y se defiende. Tensa el arco. Tu tensas tu cuerpo, te asustas, huyes y te escondes como un hurón tímido. Es normal, sois muy diferentes, pertenecéis a mundos diferentes. Se va. Nerviosa. Volverá a buscarte, pero tu no estarás. Ésta vez traerá a alguien consigo para protegerse de ti. Por suerte, tu no estarás. No te gustaría eso. Viajar es bueno, no sólo para conocer. A veces también para evitar el destino. Por un rato.
¡Has vuelto! ¿Algo te une al riachuelo? No, solo es capricho. El capricho corre por tus venas, te guía, es parte de ti... ¡Qué se le va a hacer? También, aquí se encuentra "La encrucijada", el camino que lleva de vuelta al Reino. ¿La echas de menos? A la reina. ¿Y a tus hermanas? Ya te has dado cuenta de que no son como tu. No podías evitarlo. Era cuestión de tiempo. No te lamentes por ello.
¡Ah, mira! Tu primer contacto con un semejante. No de aquellos, sino de éstos. Ella te teme. No podía ser de otra forma. Son tus semejantes, pero no tus iguales, ni siquiera remotamente parecidos. Como era de esperar de tu naturaleza, juegas con ella como un gato con su presa. Quizá con más inocencia. Sin intención de herir. Pero la herirás.
Te ha descubierto, jugáis a pasaros la piedra. Ríes. Ella no sabe si hacerlo. La sorprendes por detrás, quieres empujarla. Quizá crees que ella también puede nadar sin problema, respirar bajo el agua. Como tu. No, no puede. Por fortuna para ella, te ha visto acercarte a hurtadillas y se defiende. Tensa el arco. Tu tensas tu cuerpo, te asustas, huyes y te escondes como un hurón tímido. Es normal, sois muy diferentes, pertenecéis a mundos diferentes. Se va. Nerviosa. Volverá a buscarte, pero tu no estarás. Ésta vez traerá a alguien consigo para protegerse de ti. Por suerte, tu no estarás. No te gustaría eso. Viajar es bueno, no sólo para conocer. A veces también para evitar el destino. Por un rato.
Tercera entrada:
¿Disfrutas de la brisa nocturna? Es fresca, ¿verdad? En el Reino nunca oscurecía. La vida era divertida: cantabas, bailabas, bebías, jugabas con tus hermanas. Pero el cielo era aburrido. Siempre anaranjado. Siempre proyectando sombras difusas. Aquí la vida es aburrida, no está ninguna de tus hermanas. Tampoco están Tulipán, Mantequilla, ni Rosal. Pero, ¿y el cielo? ¡Mira cómo resplandecen las estrellas en tus ojos! La noche, el día... ¡tantas caras de las mismas cosas! Cuando Nenufar te contó sobre éste lado por primera vez quisiste venir enseguida. Pero no te dejaron. ¿Por qué? ¿Por qué ellas podían venir y tú no? Ya habían muerto una o dos veces pero no pasaba nada. ¿Por qué tu no podías? Bueno, quizá fue por capricho suyo. Quizá por querer tenerte todo lo que pudieran egoístamente. Menos probable es que fuera genuina preocupación. No es que no te quiera. Te quieren como a otra de ellas. Pero no lo entienden. Tu tampoco, aun.
Ahí viene otro de tus congéneres. Es un poco extraña, ¿verdad? Esa cresta roja que se parece al casco de Dientedeleón, ese casco dorado como la copa de la reina. Observas en silencio, sabes que no te ha visto. Sabes que no te huele. El riachuelo te arropa. Se mueve como una lagartija. Recuerdas a Espina montado en una, con su pequeña lanza y su ceño siempre fruncido. Te ríes. Dispara. No a tí, a una ardilla. Te sobresaltas y te capuzas. Y vuelves a asomar los ojos. No te ha visto, pero te siente. ¿Quién será? Se acerca al agua, tú te sumerges. Desde abajo miras su reflejo en el espejo ondeante del techo. Se mueve, te mira. Entonces atraviesa el techo, mete su cabezota en el agua y su cresta se convierte en la aleta ondeante de una carpa. Sus ojos saltones te buscan entre un reguero de pompas. Te ríes, no puedes evitarlo. Una lagartija que se convierte en carpa es graciosa. Hacía tiempo que no te reías así así que pinchas con tu índice sus mofletes hinchados como globos. Se asusta y cae al agua. ¡Que torpe! No sabe nadar. Sale corriendo como un gato mojado. No puedes parar de reír pero ella está seria, te mira pegada al suelo como la lagarta que es. Usas tus encantos para hacerla reír pero... ¿No funcionan? Te enfurruñas. ¡Qué aburrida! ¡Sosa! Le dices. Ella frunce el ceño y hace algo. Entonces el agua te escupe como una ballena. Resoplando. Te asustas al principio. Allí flotando fuera del agua empujada por un géiser de agua fría. Pero es divertido, así que te ríes. Parece que no es tan aburrida al fin y al cabo. Xhumira es su nombre. Se marcha, pero promete traerte algo de lo que dijiste que te gustaba.
¿Disfrutas de la brisa nocturna? Es fresca, ¿verdad? En el Reino nunca oscurecía. La vida era divertida: cantabas, bailabas, bebías, jugabas con tus hermanas. Pero el cielo era aburrido. Siempre anaranjado. Siempre proyectando sombras difusas. Aquí la vida es aburrida, no está ninguna de tus hermanas. Tampoco están Tulipán, Mantequilla, ni Rosal. Pero, ¿y el cielo? ¡Mira cómo resplandecen las estrellas en tus ojos! La noche, el día... ¡tantas caras de las mismas cosas! Cuando Nenufar te contó sobre éste lado por primera vez quisiste venir enseguida. Pero no te dejaron. ¿Por qué? ¿Por qué ellas podían venir y tú no? Ya habían muerto una o dos veces pero no pasaba nada. ¿Por qué tu no podías? Bueno, quizá fue por capricho suyo. Quizá por querer tenerte todo lo que pudieran egoístamente. Menos probable es que fuera genuina preocupación. No es que no te quiera. Te quieren como a otra de ellas. Pero no lo entienden. Tu tampoco, aun.
Ahí viene otro de tus congéneres. Es un poco extraña, ¿verdad? Esa cresta roja que se parece al casco de Dientedeleón, ese casco dorado como la copa de la reina. Observas en silencio, sabes que no te ha visto. Sabes que no te huele. El riachuelo te arropa. Se mueve como una lagartija. Recuerdas a Espina montado en una, con su pequeña lanza y su ceño siempre fruncido. Te ríes. Dispara. No a tí, a una ardilla. Te sobresaltas y te capuzas. Y vuelves a asomar los ojos. No te ha visto, pero te siente. ¿Quién será? Se acerca al agua, tú te sumerges. Desde abajo miras su reflejo en el espejo ondeante del techo. Se mueve, te mira. Entonces atraviesa el techo, mete su cabezota en el agua y su cresta se convierte en la aleta ondeante de una carpa. Sus ojos saltones te buscan entre un reguero de pompas. Te ríes, no puedes evitarlo. Una lagartija que se convierte en carpa es graciosa. Hacía tiempo que no te reías así así que pinchas con tu índice sus mofletes hinchados como globos. Se asusta y cae al agua. ¡Que torpe! No sabe nadar. Sale corriendo como un gato mojado. No puedes parar de reír pero ella está seria, te mira pegada al suelo como la lagarta que es. Usas tus encantos para hacerla reír pero... ¿No funcionan? Te enfurruñas. ¡Qué aburrida! ¡Sosa! Le dices. Ella frunce el ceño y hace algo. Entonces el agua te escupe como una ballena. Resoplando. Te asustas al principio. Allí flotando fuera del agua empujada por un géiser de agua fría. Pero es divertido, así que te ríes. Parece que no es tan aburrida al fin y al cabo. Xhumira es su nombre. Se marcha, pero promete traerte algo de lo que dijiste que te gustaba.
Cuarta entrada:
Xhumira ha vuelto. Trae un tronco raro. Un tronco grande. Es redondo y abombado. Dice que dentro hay vino. ¡Mira tu cara! Lo dice todo. Te encanta el vino, ¿verdad? Cuántas veces has bailado y bebido. ¿Cuantas has cantado mientras Sileno tocaba la flauta de pan? Tienes ganas de celebrar, de revivir esos momentos. Vuelves al río, buscas algas. Sales, buscas bayas y también nueces. Vuelves otra vez y nadas hasta dónde espera Xhumira. Bebéis pero ella parece distante. No baila, no canta. Al final resulta que sí era una sosa. Sólo habla. Habla de Theia. Habla de cómo ella quiere protegerla. A toda ella. ¡Qué tonta! No sabe que Theia se protege sola. No sabe que es parte de ella. ¿O no? Da igual, entiende muchas cosas pero no sabe nada. No como tu, que sabes muchas cosas aunque no entiendes nada. Bueno, da igual. Ya sabrá. Hablas de tus hermanas. De Nenúfar. De Elodea. De Helecho. De Lirio. De Jacinto. También hablas de Burbuja. Ella habla de Tuk-Tuk. Y entonces habla de Theia otra vez. Te aburres como un árbol en mitad de un descampado yermo. Disimulas, te haces la tonta. A lo mejor así cambia de tema. No lo hace, sólo piensa que eres tonta. Pero quiere que le ayudes. Dices que no. Conoces tu lugar. Tú ya eres parte de Theia. Aunque no del todo. Pero sabes que sólo tienes que ser tú. Solo tienes que hacer lo que te gusta y protegerlo. Solo tienes que protegerte tú. Cada parte de Theia se protege sola. La lagarta quiere gustarte para que la protejas también, para que la ayudes. "Ya veremos". Piensas. Al menos ha prometido traer Agua de Fuego la próxima vez.
Xhumira ha vuelto. Trae un tronco raro. Un tronco grande. Es redondo y abombado. Dice que dentro hay vino. ¡Mira tu cara! Lo dice todo. Te encanta el vino, ¿verdad? Cuántas veces has bailado y bebido. ¿Cuantas has cantado mientras Sileno tocaba la flauta de pan? Tienes ganas de celebrar, de revivir esos momentos. Vuelves al río, buscas algas. Sales, buscas bayas y también nueces. Vuelves otra vez y nadas hasta dónde espera Xhumira. Bebéis pero ella parece distante. No baila, no canta. Al final resulta que sí era una sosa. Sólo habla. Habla de Theia. Habla de cómo ella quiere protegerla. A toda ella. ¡Qué tonta! No sabe que Theia se protege sola. No sabe que es parte de ella. ¿O no? Da igual, entiende muchas cosas pero no sabe nada. No como tu, que sabes muchas cosas aunque no entiendes nada. Bueno, da igual. Ya sabrá. Hablas de tus hermanas. De Nenúfar. De Elodea. De Helecho. De Lirio. De Jacinto. También hablas de Burbuja. Ella habla de Tuk-Tuk. Y entonces habla de Theia otra vez. Te aburres como un árbol en mitad de un descampado yermo. Disimulas, te haces la tonta. A lo mejor así cambia de tema. No lo hace, sólo piensa que eres tonta. Pero quiere que le ayudes. Dices que no. Conoces tu lugar. Tú ya eres parte de Theia. Aunque no del todo. Pero sabes que sólo tienes que ser tú. Solo tienes que hacer lo que te gusta y protegerlo. Solo tienes que protegerte tú. Cada parte de Theia se protege sola. La lagarta quiere gustarte para que la protejas también, para que la ayudes. "Ya veremos". Piensas. Al menos ha prometido traer Agua de Fuego la próxima vez.